Prácticamente todo en este mundo está formado por la suma de partes, a veces, muy pequeñas.
La suma de gotas hace un mar.
La suma de granos de arena hace un desierto.
La suma de hojas la copa de un árbol.
La suma de pétalos hace la flor.
La multitud de estrellas el firmamento.
Una persona es la suma de millones de células.
Una pareja la forman dos personas.
Una familia varias.
Cualquier clase de un colegio es un grupo de personas.
Un equipo en una empresa.
El que cada uno de estos organismos funcione con eficacia, con plenitud, con poder, depende, mayormente, del grado de unidad entre las partes.
¿Qué grado de plenitud puede tiene una pareja enfrentada?
¿Qué felicidad hay en una familia dividida?
¿Cuán efectivo es el aprendizaje en una clase en la que no hay una buena comunicación entre el maestro/a y el alumno/a?¿O en la que hay alumnos enfrentados?
¿Qué productivo puede llegar a ser un grupo de personas que no funcionen como un verdadero equipo?
¿Y qué felicidad, éxito o plenitud puede experimentar una persona en lucha permanente contra sí misma?
Del enfrentamiento, de la división, sólo puede surgir dolor, sufrimiento, improductividad y, puestos a tener en cuenta las guerras... muerte.
El mundo está orientado básicamente a la separación por selección mediante juicios de valor basados en valores egoicos, el ego se basa en la división, por tanto no es del ego de donde ha de provenir la unidad, sino desde el Ser, que reside en el corazón.
Hay un ejercicio que suelo utilizar en las sesiones cuando alguien necesita perdonar a otra persona, o a sí misma, es muy bueno para que experimentes la diferencia de energía cuando usas la mente o usas el corazón:
- Con la mente pensamos a la persona
- Con el corazón la sentimos
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